Isabelle Faust interpreta la Sonata n.° 3 y la Partita n.° 2 para violín solo de Bach
Desde la Iglesia de Santo Tomás de Leipzig
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Sobre el programa...
En Europa, hace 300 años, solo las personas del más alto rango político, nobiliario o económico eran enterradas en una tumba con su nombre. Increíblemente, un músico —incluso uno como Johann Sebastian Bach— no contaba con ese privilegio, y más de 150 años después de su muerte sus restos fueron supuestamente encontrados, exhumados y trasladados a una pequeña iglesia. Luego de los bombardeos de las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial, en 1950, finalmente se trasladaron a la Iglesia de Santo Tomás de Leipzig, donde Bach sirvió como compositor y director musical (Kantor) durante los últimos 25 años de su vida; y es aquí donde la celebrada Isabelle Faust rinde un enorme homenaje al compositor más venerado por cualquier violinista, y quizá el más admirado de todos los tiempos por público, músicos y musicólogos.
La violinista alemana presenta en esta invaluable captación una lectura introspectiva, prístina y profundamente conmovedora de dos obras monumentales del catálogo bachiano, incluyendo —de la primera— la fuga para violín solo más larga e intrincada del repertorio: una proeza del compositor y de quien su intérprete, obligado a emular varios violines o incluso un órgano con solo cuatro cuerdas y su arco. Por si fuera poco, la Partita n.° 2 en re menor, con su célebre Ciaccona (el monte Everest del repertorio para el violín, tanto por los retos técnicos que supone como por la profundidad interpretativa que exige) encuentra aquí todo el caleidoscopio de serenidad, drama, resignación y esperanza proyectado por la interpretación de Isabelle Faust: un avasallador tributo al llamado “Padre de la música”.