Il re pastore de Mozart

Para escribir esta ópera, Mozart —que ya estaba inmerso en la preparación de Idomeneo, re di creta y, especialmente, La clemenza di Tito— pone música al libreto de Metastasio que había descubierto antes en una representación de la versión del compositor italiano Felice Giardini. Retrabajó el texto y eliminó un acto para contar en solo dos el eterno conflicto entre el amor y el deber que prevalece en las tragedias de este tipo, dando sin embargo a sus protagonistas un final feliz y llenando la ópera de arias ligeras y pasajes musicales de brillante vivacidad.

¿Qué es lo que hace a un buen rey? ¿Cómo debe comportarse? Estas preguntas han fascinado durante mucho tiempo a los pensadores más ilustrados y en Il re pastore se responden al contar la historia de Aminta (Annette Dasch), el joven y legítimo heredero de la ciudad de Sidón que se convierte en pastor después de que los invasores tomaran el trono. La obra comienza con Alejandro Magno (Kresimir Spicer), rey de Macedonia, que desea devolver el trono a Aminta después de haber conquistado Sidón. La única condición es que se case con Tamiri (Arpiné Rahdjian), hija del tirano que dominaba antes la ciudad. Aminta, enamorado de una joven pastora llamada Elisa, decide renunciar al trono para quedarse con su amada y el emperador, admirado por su decisión, le permite recuperar su corona y casarse con Elisa, ofreciendo a Tamiri casarse con su amigo Agénor (Andreas Karasiak), así como la promesa de gobernar el próximo reino que conquiste.

Sencilla pero evocadora, la fascinante puesta en escena de Aniara Amos y la dirección de Thomas Hengelbrock se unen para crear un espectáctulo exquisito donde los personajes parecen estar atrapados dentro de un castillo de naipes donde se enfrentan diversas dicotomías. El deslumbrante espíritu de la música de Mozart parece florecer en este delicado equilibrio.